ESTA ES: ABEL Y CAÍN

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Abel, como pocos, trabajaba como un verdadero animal, todo el maldito día con el inculto y desobediente ganado de un lado para el otro; aun no cantaba el gallo y estaba despierto para trabajar los campos de su padre. Tenía las manos callosas, le dolían hasta las cejas. Sudado hasta el punto que el hedor se detectaba a metros. Luego de una ardua jornada, llegaba a casa tan cansado, que no tenía ni ganas de ver Globovision, mucho que menos de cumplir con su mujer, lo que el estándar indica al menos dos veces por semana. No tenía ganas de nada. En pocas palabras no le importaba si el humo de los sacrificios subía recto, de lado, o como le diera la regalada gana, sencillamente era un trabajador nato, que tenían en claro que para tener algo, aunque ese algo fuera poco, había que ganárselo.

Caín era su contraparte. Tenía la boca tan grande, que era capaz de pisársela, el carajo era más flojo que el peluquero de Tibisay Lucena, para el ni sacrificio, ni humo de Yahve o como se llame, nada de nada. Su día no era otro que estar acostado tocándose la entrepierna. La señal de cable que se robaba de Abel, la usaba todavía para ver Friends; mientras que su parcela, por cosas del destino más grande que la de su hermano, ni la miraba: estaba vuelta un verdadero desastre, sin sembrar, monte alto, rastrojos; es que además Caín se había vuelto delegado sindical, en este país si gritas a los cuatro vientos que eres revolucionario, el cargo puede ser vitalicio. Total que después de asambleas y luchar por los trabajadores desde su hamaca, no tenía idea de cómo usar ni un rastrillo, mucho menos un arado.

Adán ya hecho un viejo medio enclenque, se sentía el padre más orgulloso del mundo al ver a Abel. Pensaba que su pequeño negocio de tantos años y trabajo estaba en buenas manos. Pero de Caín, estaba hasta las bolas, le armaba tremendo peos a la pobre de Eva - ¡Mira a tu hijo como lo has malcriado, lo has consentido tanto, que faltó poco para que saliera maricon! – El pobre viejo, ya con ganas de jubilarse, quería dejar todo en orden. Con lo poco que le quedaba, o más bien, lo poco que le dejaron los invasores, se le sumaba las bajas ventas - ¡Tienes que pagar la comisión, Adán! – Le decía Eva. El negocio no daba para contratar ayudantes, los pocos que había, fueron despedidos, no sin antes el sindicato cobrar su buena tajada por eso. A todas estas el Caincito del coño, no pegaba pie con bola. Adán se le quedaba viendo aguantando las ganas de abofetear a Eva, cuando esta le decía: Tranquilo mi amor, yo coticé el seguro social.

Pues para no darle más vueltas al asunto, Adán se fué para donde un notario, asi en vida dejar todo en claro con que se iba a quedar cada quien. Como es lógico, en el testamento, le fué dejado a Abel, los mejores sectores de la tierra, además de los pocos animales que aun quedaban. A Caín en cambio, le tocarían las extensiones más áridas, esos pedazos de tierra con el mar cerca, que no servían para nada, eran tan malos, que ni llovía en esas zonas. Cuando Adán por fin se murió, lo hizo cagado de la risa.

Al pasar los años, el muchacho prodigio de Abel, seguía en el mismo sitio, sudando como un desgraciado, arriba de un tractor comprado a crédito, que ahora no sabía cómo pagar. Había tenido muy mala suerte con la sequía, y la escases de agua le habían jodido no menos de seis cosechas, después las torrenciales lluvias azotaron el pueblo, los malos drenajes le hicieron perder otras seis cosechas mas; para colmo de males, como el trámite de dólares se demoró, no pudo comprar los insecticidas y vacunas, la plaga y las enfermedades terminaron de destrozar lo poco que le quedaba en girasoles y ganado. Todo esto sin mencionar, que su esposa y el hijo que le salió igual a su hermano, le tenían las tarjetas de crédito hasta el tope.

Pero Caín, el inútil de Caín, ese coño de su madre, se asoció con un alcalde de la zona, tan ignorante como el, pero ambos listos en grande, se buscaron una constructora de confianza, y las tierras inútiles e inservibles, al no necesitar permisos de construcción, las dividió en parcelas que albergaban posadas arrechísimas, hizo hasta playas artificiales, en poco tiempo se transformó en un excelente agente inmobiliario, donde alquilaba y vendía apartamentos a todo el que lo quisiera. No había un buen servicio de agua, mucho menos cañerías, la infraestructura era totalmente inadecuada, todo el mundo agarra la luz del mismo enchufe y agarran el agua del mismo tubo, la vaina en un pequeño espacio, parecía Caracas. Manadas de gente, asistían para pasar vacaciones, después de pasar horas de cola en la carretera, se veían caminar por allí con cerveza en mano por todos lados, otros con su típico espectáculo de equipos de sonido en los carros y el reggaetón que se podía escuchar a kilómetros. Todo era un paraíso, de esos que a todos nos gustan.

Pero como Caín no es tan hijo de puta como creíamos, invitaba a su hermano de vez en cuando, a pasar un fin de semana en el club de ricachones, el cual era fundador, le enseñaba las fotos en facebook, de sus viajes a Europa, Miami, fotos abrazado con el presidente, haciendo alardes de todas las poses que solo esta red social es capaz de aguantar, mientras el buen y trabajador Abel, miraba a todos lados preguntando - ¿Podré conseguir por aquí unos guantes de trabajo?