EL DÍA QUE TE ENTIERREN

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Siempre que asisto a un velatorio trato de cumplir con la cuota mínima, es decir, expresar mis condolencias (o felicitaciones) a los dolientes, vestido principalmente con colores oscuros y cara de acongojado, todo de una manera rápida y apenas pueda me voy de allí. Jamás he participado y no creo que lo haga, en el absurdo de jornadas maratónicas de los funerales de 12 o 14 horas, cuya razón es castigar y agotar, aun más, a una esposa o madre sentada frente a un ataúd, acompañada de familiares y amigos que rinden sus respetos al difunto sentados tomando café, comiendo todo lo que puedan porque es “gratis”, donde siempre está el tío o abuelo sadicón que aprovechan para dar los sentidos abrazos besuqueando y manoseando a cuanta carajita ven por allí, incluyendo a las de la capilla contigua, las doñitas sentadas juntas descociendo a todo lo que les pase por el frente con el que tengan al menos un ápice de consanguíneidad, otro por allí que a todo el que ve le muestra la carterita de “guiski” o ron ofreciendo tragos tal cantinero, por supuesto primos que están ganando dinero y hacen el mayor de los esfuerzos para que todos se den por enterados, la viejita que se empeña en que veas el muerto así no quieras, sin contar los oportunos que son estos reencuentros para sacarse trapitos al sol o cobrarse deudas pendientes, sin dejar de mencionar los niños pegando gritos jugando como si nada pasara, ante la mirada impávida de sus progenitores, y el peor de los casos se presenta cuando la funeraria queda cerca de una licorería, si la familia es numerosa, en el velorio deben permanecer no más de 5 personas mientras en el expendio de licores hay por lo menos 20 brindando en cada ronda por el fallecido y cantando…¡Ayayayaaayyyyyy canta y no llores!

Otro espectáculo aparte, es cuando quien fenece es un malandro de esos que tanto pululan en la urbe caraqueña; hasta quienes no tenemos ningún tipo de interés por el muerto formamos parte de las exequias, ya que la vaina consiste en pasear por toda la ciudad al ya expirado delincuente, acompañado de una cantidad de rituales unos más inverosímiles que otros.

¿Quién no se ha encontrado con un cortejo funerario formado por una gran cantidad de motorizados, licor y armas en mano, donde sin el mayor problema trancan la circulación en plena autopista, para con sus motos manejar rondando el carro fúnebre pegando tiros?. Si en estos funerales se realizaran redadas, con toda seguridad conseguirían al top 100 de los más buscados del país, y toneladas de armas ilegales.

En una oportunidad, me encontraba en un entierro escuchando la oraciones, cuando una banda de desadaptados, con un ruido estruendoso producido por no menos de 30 motos, se aproximaban a la zona donde nos encontrábamos, y sin más ni más, empezaron a sonar cualquier cantidad de disparos provenientes de un gran número de armas de fuego, mi primera reacción, así como la de los demás, fue salir corriendo y tirarnos al piso para esperar que el vendaval de balas pasara, una vez que no se escuchaban más disparos, decido levantarme y recuperándome del susto y verificando la parte de atrás de mi pantalón, decido ayudar al padre y a un amigo, que pocos les faltó para terminar escondidos en la fosa del difunto. Después de este hecho, fue imposible recuperar la normalidad del compungido ambiente, el padre con sus oraciones, no tenía idea de lo que estaba leyendo y los allí presentes rezábamos mas por salir vivos e indemnes del campo santo que por el difunto, ya que en definitiva a él nada podían hacerle ya las balas. Mis plegarias exteriores más podrían ser clasificadas de farfullos ininteligibles que pretendían cumplir rápidamente con los requisitos para enterrar al bendito muerto que al fin y al cabo tampoco le importaba la correcta pronunciación, mientras internamente me dedicaba a oraciones más sinceras y adaptadas a la realidad: ¡verga dios, te juro que si salgo vivo de esta comienzo a creer en ti…! Finalmente, una vez acabado el suplicio, salimos de allí cagando chispas y hasta los más impíos dimos gracias de terminar ese día sanos y salvo.

Esta, entre la infinidad de situaciones extraordinarias que nos toca vivir día a día en este pandemónium, es una de tantas que han llegado a ser consideradas “normales” resumiendo con gran orgullo: ¡es que así somos!

SIN IDEAS

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Como todo buen escritor, no digo que sea uno bueno, pero escritor al fin, estoy por momentos falto de ideas, sin inspiración y ocurrencia para escribir un buen post, y afirmo que los que escribo son buenos por la sencilla razón de que soy más inteligente que la mayoría de mis lectores, por lo que siempre les parecerá bueno lo que aquí se publique. Pero adicionalmente cuando las musas no vienen a mi encuentro, me siento limitado en mi labor creativa cuando sé que debo tener extrema precaución con el uso de aquellas palabras o planteamientos que pueden considerarse moral o políticamente incorrectos y tratar de no herir susceptibilidades.

En publicaciones anteriores he hecho referencia a los negros, diciendo que son negros, resulta que eso basta para ser tildado de racista, si dices que vas para una ¨merienda de negros¨ o ¨la estoy pasando negra¨ se entiende que el termino ¨negro¨ es peyorativo, por lo que al momento de escribir tengo que evitar el uso de esta palabra, y más aun, si es para indicar algo negativo, me referiré entonces a las personas de color como ¨Afrodescendientes¨ o ¨atezados¨.

Lo despectivo de las palabras se debe a las malas interpretaciones y a los prejuicios, ya que no encuentro menos ofensivo decir: voy a un tentempié de Afroamericanos, el dólar afrodescendiente esta cada vez mas alto; también hay que tener cuidado cuando le dices a algo o alguien que es maricón, tal como hice en alguna publicación, ya que denigra a los homosexuales, hasta homofóbico puedo ser considerado, por lo que las palabras a usar serian: fulano es sexualmente alternativo.

En los tiempos que corren, donde las malas costumbres son el día a día, de repente saltan moralidades que nadie aplica y surgen las dobles moralidades, entonces te sugieren que los insultos no sean insultos, que es malo generalizar; cuando escribo sobre realidades soy todo un antipatriota porque algún gran nacionalista me indica que no existe nada infame y es mi cegada perspectiva la que habla, así que, si en algún caso me refiero a alguien como retrasado mental o subnormal, no solo estoy equivocado en mis apreciaciones, adicionalmente estoy ofendiendo la integridad de las personas con discapacidad mental, es decir soy un hijo de puta (con el perdón de las meretrices).

Es muy difícil escribir condicionado, pensaba que las palabras eran capaces de adaptarse a los límites impuestos por el sentido común, pero el desgaste cultural y la falsa ética lo impiden, para decir: la policía está llena de cerdos, no solo ofendes la ¨integridad¨ de la policía (como si la tuvieran), es que además puede salir la Sociedad Protectora de Animales en protesta por vilipendiar el nombre del porcino.

Si las palabras e ideas van a ser aprisionadas a determinados contextos, si las realidades pasan a ser ficticias y el criterio queda en un segundo plano, si el decirle a alguien que es un total payaso se considera una ofensa a una honorable profesión, entonces quizás es mejor dedicarnos a escribir sobre las bondades y delicadezas del mundo con tal de no ofender a nadie y poder conseguir un sonrisa.