EL CRISTAL DONDE SE MIRE

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En lo particular, mi sentido de admiración hacia otras personas, dista mucho de un exagerado fanatismo o extrema idolatría, no tengo problema en reconocer el talento y virtudes en quien considero que las tiene, sin caer en excesos. Mi cauto sentido de fascinación, me impide usar una franela de algún equipo de fútbol con el nombre impreso en la espalda de algún jugador importante, tampoco tengo en las paredes de mi cuarto afiches de artistas musicales de ningún tipo. Quizás puedo ser considerado por muchos un fanático hipócrita, sin embargo sin caer en lo antes mencionado, a quienes admiro, lo hago por su legado, más que por quienes son como personas.

Para exponer de mejor manera mi idea, sirve poner como ejemplo, mencionar la visita realizada hoy al país por Maradona. Hecho suficiente para causar una matriz de opinión, sobre el ya tristemente célebre personaje. Digo tristemente célebre, ya que Maradona ha hecho todo lo posible por sacar a relucir los aspectos más negativos y recalcitrantes de su vida a la opinión pública. Conversando sobre el tema, manifiesto que no tengo un desprecio de ningún tipo hacia su persona, todo lo contrario, me guste o no, como fanático del fútbol lo veo y reconozco como un referente para este deporte; si su vida lejos de las canchas es una verdadera mierda, no le resta el gran talento que en su época de jugador poseía y con eso me quedo.

Esta más que demostrado que los logros, no necesariamente van de la mano con una vida privada modelo. En lo particular si voy a leer un libro o ver una película, no hago una extensa investigación sobre el escritor o protagonista para comprobar si lleva la vida de un monje, y así decidir si la obra me gusta o no.

Las excentricidades y vicios de Edgar A. Poe como persona, no cambia en lo más mínimo mi admiración hacia él como gran escritor, no dejaría de disfrutar siendo un ultra derechista los libros del comunista Saramago, si hoy me enterara que se masturbaba oliendo las pantaletas de su hija en sus ratos libres. Cuando fui a visitar la exposición de Picasso, lo hice con la intención de admirar sus obras, y su vilipendiada vida privada no afectaba en mi criterio para decidir si su arte es de mi agrado o no. Disfruto cada cuadro de Dalí, lo seguiría disfrutando, si hoy en día se supiera que su inspiración para pintar provenia de las felaciones de un corderito indefenso. No extraño Jorge Luis Borges, ni lo haré cuando muera Gabriel G. Márquez o Zapata, pero si notaré el vacio de sus textos y frases geniales. Extrañaré la música de Cerati y seguiré reconociendo el gran talento de Jim Morrison a sabiendas que se metía la heroína o lo que fuera a cantidades industriales.

No soy quien para desvirtuar los logros de nadie, menos aun con trivialidades fomentadas por individuos, que a diferencia de los antes mencionados, su único aporte es esparcir su gran estupidez, tildando a Mick Jagger de loco, mientras alaban a Tito el Bambino o a alguna otra “gran personalidad”, cuyo coeficiente intelectual es similar a la de una larva con retraso mental.

Honor a quien se lo merece. Por cierto, Zidane siempre será uno de los más grandes a pesar del cabezazo.